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En defensa de la rutina

sites • November 7, 2019

¿Es cierto que siempre debemos romper la rutina? ¿Qué tan necesario es buscar en cada momento instantes mágicos y crear recuerdos perdurables? ¿Es la rutina tan mala? Pues pareciera que la sociedad de consumo ha buscado maneras de hacer ver a la rutina como algo que debe ser roto constantemente. En el caso de las parejas para mantener viva la pasión, en el caso de los solteros para esquivar la terrible soledad a toda costa, en el caso de los niños para que no crezcan con estrés y aburrimiento. Debe recordarse, sin embargo, que la sociedad vive de la rutina y no tanto de los momentos mágicos, ya que en ella se encuentra la solidez y disciplina necesaria para que las cosas comiencen a funcionar. Romper con la rutina implica emoción, y la emoción produce que las personas se lancen a gastar dinero y tiempo en actividades pasajeras que tienen en su interior la necesidad de consumo. La búsqueda de felicidad, entonces, no estaría en lo que hacemos todos los días, sino en aquellos espacios en los que salimos corriendo de la rutina. 

La rutina es lo más cercano a nuestro deseo de ser eternos. Humberto Giannini dice que la rutina es una "caricatura de la eternidad", un espacio de tiempo que se encuentra alejado de la diacronía, donde se conjugan las cosas como fueron y como son, además de que se configura el cómo serán. No existe tiempo en levantarse, desayunar, cepillarse los dientes, ducharse, vestirse y salir al trabajo. Esto se hace sin importarnos si habrá un mañana, como si fuéramos eternos. Nadie va por la vida lavándose los dientes como si fuera la última vez que lo hace. El problema radica más bien en el disfrute mismo de nuestra rutina, algo que es muy complicado de hacerse cuando la rutina tiene un horizonte de explotación y autoexplotación. ¿Qué pasaría si en lugar de romper con la rutina, se crea una rutina que nos traiga disfrute o un sentimiento de eternización?

La transformación de la rutina depende de muchos factores, pero inicia en el reconocimiento de ella como algo importante de mantener, y no como un elemento que debe ser roto a cada momento. La solidificación de la rutina debe expresarse en términos de lograr un horizonte de felicidad y vida digna, y no de mero cumplimiento o satisfacción de deseos. La idea kantiana de que cumplir con el deber trae felicidad no es del todo descabellada en este contexto, puesto que hacer el bien rutinariamente involucra tener actividades diarias que parecerían aburridas pero permiten alcanzar un bien mayor. Un docente prepara sus clases, llega puntual, cumple con su deber y sale de su clase con estudiantes que saben más que cuando entraron al aula. Una rutina tediosa como el de ir a clases, en realidad, es la única forma de que estos estudiantes sea mejores personas, y si el docente lo entiende, posiblemente consiga plenitud a largo plazo. 

El disfrute de una rutina es mucho más importante que romperla, pues vivimos la mayor parte del tiempo en ella, y si la rompemos, que no sea por un momento que se desvanecerá en consumo y objetos de deseo. Volver a la rutina debería ser motivo de alegría y seguridad, dos cosas que la sociedad de consumo aborrece.  

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La reflexión en este texto versará sobre la vida como actividad en la Ética a Nicómaco de Aristóteles, pero fundamentalmente usando el término «ενέργεια», usado por el griego para definir la actividad. Consideramos que retomar el uso que hace del término Aristóteles tiene especial relevancia para comprender la vida contemporánea y su radical búsqueda del placer y las emociones como caminos hacia la felicidad. Para conseguir este objetivo en este breve texto, se comenzará explicando por qué el término «ενέργεια» debe resaltarse y retomarse para explicar la actividad como fuente de felicidad y luego lo estableceremos como punto de crítica a los valores contemporáneos revestidos de impulsividad y emocionalidad. La «ενέργεια» tomado etimológicamente significa capacidad de acción. Tomado desde la estructura de acto y potencia, la «ενέργεια» vendría siendo todo lo que realizamos o creamos con el fin de convertir nuestras acciones en actos en sí. No obstante, para Aristóteles la «ενέργεια» no puede ser solamente un realizar actividades sin tener un «τέλος», es decir, que solamente levantarse a trabajar o estudiar sin tener una finalidad, en otras palabras, caer en un nihilismo irracional, no puede estar ligado a la «ενέργεια». De allí que el griego considere que un esclavo no puede ser feliz y que solo puede participar de los placeres corporales, puesto que su «ενέργεια» es vana al no tener «τέλος» y ser “utilizado” con fines instrumentales, reduciéndose a mero trabajo sin posibilidad de política o contemplación. La vida desde este punto de vista termina siendo «ενέργεια» y «τέλος», y este último referido a la consecución de la felicidad. En nuestra contemporaneidad, la rapidez con la que se actúa provoca gastar aquella capacidad de acción, esa «ενέργεια», en encontrar placeres efímeros y actuar según las emociones[2]. Esta forma de actuar ya ha sido estudiado por varios autores contemporáneos que ven cómo en la sociedad de consumo la «ενέργεια» no precisa de un «τέλος», sino que se trata de calmar el deseo como tal, por lo que la impulsividad y la radicalización del uso de las emociones se vuelve un imperativo subconsciente, o en otras palabras, la sociedad de consumo produce adultos infantilizados[3]. Al desaparecer el «τέλος» de la ecuación «ενέργεια»+«τέλος» igual felicidad, cualquier capacidad de acción es vana, es decir, que el ser humano contemporáneo no visibiliza la felicidad porque el consumismo sistemático maximiza el valor de la «ενέργεια» vana y que obliga al ser humano a actuar sin reflexividad. La vida sin «τέλος» se convierte en actividad pura que solamente busca satisfacer deseos mediante placeres efímeros. En definitiva, la vida es descrita por Aristóteles como la actividad virtuosa que busca la felicidad. No es suficiente un actuar irracional y desmedido lleno de placeres, pues el desgaste de energía vital en este accionar no entrega felicidad sino la satisfacción momentánea de los deseos a través de placeres, lo que a la larga produciría un comenzar interminable de la búsqueda de la felicidad al estilo del mito de Sísifo. Aristóteles comprendía que la vida puede traer vicisitudes, pobreza, problemas y demás obstáculos, pero el actuar virtuoso, la experiencia y la contemplación podrían terminar entregándonos el bien supremo o felicidad. Parecería ser que la contemporaneidad y el consumo ha creado una sociedad donde la felicidad es un bien imposible de alcanzar, donde uno tiene dos actitudes: busca la felicidad en placebos (Autosuperación, actitud positiva, meditación, etc.) o niega su existencia plena prefiriendo entregarse a satisfacer deseos mediante placeres efímeros. La fórmula Aristotélica es más simple: «ενέργεια» (capacidad de acción)+«τέλος» (finalidad) igual felicidad. [1] Aristóteles. Ética a Nicómaco. Madrid: Clásicos Políticos, 1999. [2] Han, Byung-Chul. Psicopolítica. Madrid: Herder, 2014. [3] Infante, Eduardo. «"Filosofar es examinar la vida, cuestionarla, interrogarla, precisamente para poderla vivir humana y cabalmente".» Sitio Web BBC. 25 de 01 de 2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-55664858.
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