Pequeñas reflexiones sobre las relaciones humanas de la intimidad
En este pequeño texto se elabora una reflexión sobre lo "tóxico" de las relaciones humanas de la intimidad en lo contemporáneo, desde una profundización en la etimología del término y usando enfoque organicista, para luego plantear algunas preguntas sobre el futuro de las relaciones humanas de la intimidad (Familia, amistad y amor) en el contexto posmoderno. ¿Pero de qué hablamos cuando decimos que algo o alguien es "tóxico"?. ¿Es solamente una designación posmoderna para aquellas relaciones que no traen nada bueno a nuestras vidas? ¿Una sobrecarga de significado para algo que siempre ha existido? ¿Una reacción a situaciones de poder que antes eran normalizadas? ¿Existe algo detrás de esta simple palabra tan usada por la juventud y la psicología actual?
La etimología de la palabra nos trae luces sobre su uso original y actual. Viene del griego τοξικόν φάρμακον que significa "veneno para las flechas". Con el transcurso del tiempo fue transformándose hasta dejarlo en el siglo XIX como un término médico. En la actualidad, se define como cualquier sustancia que produce un daño a la salud. No obstante, no es posible decir que cualquier cosa que cause daño a la salud del cuerpo es tóxico, ya que existen elementos como el excesivo sedentarismo o ruido que también causan daño sin que necesariamente sean considerados como tóxicos. Entonces, siguiendo esta línea de reflexión, las relaciones tóxicas deben cumplir con algunas características.
Primeramente, se parte de que aquel objeto o sujeto "tóxico" debe traer un tipo de veneno que provoque algún tipo de daño. El arco y la flecha que tienen relación con el origen de la palabra fueron creados precisamente para dañar a un enemigo. Por otro lado, es lógico pensar que debe existir también un objetivo del daño, en este caso una persona, y que esta debería ser vulnerable al efecto de la sustancia venenosa. No es posible hacer daño alguno si el que lo recibe es resistente al veneno. Por último, debe tomarse en cuenta que la relación entre "lo tóxico" del veneno y la vulnerabilidad del objetivo deberían tener una relación directamente proporcional, o en otras palabras, entre más venenosa la sustancia y mayor vulnerabilidad la del objetivo, mayor es el daño causado. ¿Entonces lo tóxico en las relaciones existe?
La respuesta no es tan sencilla. Por un lado, este panorama parece ser el éter en el que fluyen actualmente las relaciones humanas de la intimidad (Familia, amistad y amor). La mercantilización de los factores que sustentaban estas relaciones, es decir, la filiación, la solidaridad, el deseo sexual, entre otros, han provocado la existencia de una constante resistencia al dolor. No queremos sufrir, y si el sistema me dice que puedo cambiar de amigos, amores y familia para no sufrir, pues así será. Por otro lado, es obvio que las relaciones humanas de la intimidad anteriores han recibido críticas desde lugares como el feminismo, por lo que han debido transformarse, y con ello, ciertos equilibrios inquebrantables del pasado se han roto. En consecuencia, lo "tóxico" existe en dos sentidos: como un mal contemporáneo en el que sufrir debe ser "evitable" y como una crítica al sistema de poder desequilibrado que existía dentro de las relaciones. Todos somos tóxicos porque vivimos en este escenario de inestabilidad de lo posmoderno.
En consecuencia, cuando escuchamos que tal o cual persona dice que tiene una relación tóxica, debemos saber que, a diferencia de la etimología de la palabra donde se pretendía hacer daño con el arco y la flecha, el veneno de estas relaciones tóxicas no tienen la intención de provocar daño, sino que este es producido por una inestabilidad congénita que se encuentra en el organismo posmoderno. Lo tóxico en las relaciones humanas de la intimidad solamente existe en la medida en la que un sujeto absorbe el veneno del ambiente e, inintencionalmente, lo inyecta en otro ser parte de su entorno privado, quien generalmente es vulnerable a lo inyectado. En otras palabras, más bien estaríamos en una especie de Chernobyl, donde todos estaríamos en una especie de ambiente de toxicidad, y muchos no usamos mascarilla alguna o trajes de protección. Esto se puede ver cada vez que un amigo nos invita drogas y las usamos, o cuando nuestro papá nos sobreprotege o abandona, o inclusive cuando nos mantenemos en una relación amorosa por miedo a la soledad o "el qué dirán".
¿Cuál será el antídoto para la toxicidad que se encuentra como éter en el ambiente? ¿Serán posibles las relaciones sanas y duraderas en el futuro? ¿Cómo afectará lo artificial (redes sociales, sexting, metaverso, vídeo juegos, etc.) en las relaciones humanas de la intimidad? Es un tema para otro artículo.