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Todos somos tóxicos

sites • November 7, 2019

Pequeñas reflexiones sobre las relaciones humanas de la intimidad

En este pequeño texto se elabora una reflexión sobre lo "tóxico" de las relaciones humanas de la intimidad en lo contemporáneo, desde una profundización en la etimología del término y usando enfoque organicista, para luego plantear algunas preguntas sobre el futuro de las relaciones humanas de la intimidad (Familia, amistad y amor) en el contexto posmoderno. ¿Pero de qué hablamos cuando decimos que algo o alguien es "tóxico"?. ¿Es solamente una designación posmoderna para aquellas relaciones que no traen nada bueno a nuestras vidas? ¿Una sobrecarga de significado para algo que siempre ha existido? ¿Una reacción a situaciones de poder que antes eran normalizadas? ¿Existe algo detrás de esta simple palabra tan usada por la juventud y la psicología actual?

La etimología de la palabra nos trae luces sobre su uso original y actual. Viene del griego τοξικόν φάρμακον que significa "veneno para las flechas". Con el transcurso del tiempo fue transformándose hasta dejarlo en el siglo XIX como un término médico. En la actualidad, se define como cualquier sustancia que produce un daño a la salud. No obstante, no es posible decir que cualquier cosa que cause daño a la salud del cuerpo es tóxico, ya que existen elementos como el excesivo sedentarismo o ruido que también causan daño sin que necesariamente sean considerados como tóxicos. Entonces, siguiendo esta línea de reflexión, las relaciones tóxicas deben cumplir con algunas características.

Primeramente, se parte de que aquel objeto o sujeto "tóxico" debe traer un tipo de veneno que provoque algún tipo de daño. El arco y la flecha que tienen relación con el origen de la palabra fueron creados precisamente para dañar a un enemigo. Por otro lado, es lógico pensar que debe existir también un objetivo del daño, en este caso una persona, y que esta debería ser vulnerable al efecto de la sustancia venenosa. No es posible hacer daño alguno si el que lo recibe es resistente al veneno. Por último, debe tomarse en cuenta que la relación entre "lo tóxico" del veneno y la vulnerabilidad del objetivo deberían tener una relación directamente proporcional, o en otras palabras, entre más venenosa la sustancia y mayor vulnerabilidad la del objetivo, mayor es el daño causado. ¿Entonces lo tóxico en las relaciones existe?

La respuesta no es tan sencilla. Por un lado, este panorama parece ser el éter en el que fluyen actualmente las relaciones humanas de la intimidad (Familia, amistad y amor). La mercantilización de los factores que sustentaban estas relaciones, es decir, la filiación, la solidaridad, el deseo sexual, entre otros, han provocado la existencia de una constante resistencia al dolor. No queremos sufrir, y si el sistema me dice que puedo cambiar de amigos, amores y familia para no sufrir, pues así será. Por otro lado, es obvio que las relaciones humanas de la intimidad anteriores han recibido críticas desde lugares como el feminismo, por lo que han debido transformarse, y con ello, ciertos equilibrios inquebrantables del pasado se han roto. En consecuencia, lo "tóxico" existe en dos sentidos: como un mal contemporáneo en el que sufrir debe ser "evitable" y como una crítica al sistema de poder desequilibrado que existía dentro de las relaciones. Todos somos tóxicos porque vivimos en este escenario de inestabilidad de lo posmoderno.

En consecuencia, cuando escuchamos que tal o cual persona dice que tiene una relación tóxica, debemos saber que, a diferencia de la etimología de la palabra donde se pretendía hacer daño con el arco y la flecha, el veneno de estas relaciones tóxicas no tienen la intención de provocar daño, sino que este es producido por una inestabilidad congénita que se encuentra en el organismo posmoderno. Lo tóxico en las relaciones humanas de la intimidad solamente existe en la medida en la que un sujeto absorbe el veneno del ambiente e, inintencionalmente, lo inyecta en otro ser parte de su entorno privado, quien generalmente es vulnerable a lo inyectado. En otras palabras, más bien estaríamos en una especie de Chernobyl, donde todos estaríamos en una especie de ambiente de toxicidad, y muchos no usamos mascarilla alguna o trajes de protección. Esto se puede ver cada vez que un amigo nos invita drogas y las usamos, o cuando nuestro papá nos sobreprotege o abandona, o inclusive cuando nos mantenemos en una relación amorosa por miedo a la soledad o "el qué dirán".

¿Cuál será el antídoto para la toxicidad que se encuentra como éter en el ambiente? ¿Serán posibles las relaciones sanas y duraderas en el futuro? ¿Cómo afectará lo artificial (redes sociales, sexting, metaverso, vídeo juegos, etc.) en las relaciones humanas de la intimidad? Es un tema para otro artículo.

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La reflexión en este texto versará sobre la vida como actividad en la Ética a Nicómaco de Aristóteles, pero fundamentalmente usando el término «ενέργεια», usado por el griego para definir la actividad. Consideramos que retomar el uso que hace del término Aristóteles tiene especial relevancia para comprender la vida contemporánea y su radical búsqueda del placer y las emociones como caminos hacia la felicidad. Para conseguir este objetivo en este breve texto, se comenzará explicando por qué el término «ενέργεια» debe resaltarse y retomarse para explicar la actividad como fuente de felicidad y luego lo estableceremos como punto de crítica a los valores contemporáneos revestidos de impulsividad y emocionalidad. La «ενέργεια» tomado etimológicamente significa capacidad de acción. Tomado desde la estructura de acto y potencia, la «ενέργεια» vendría siendo todo lo que realizamos o creamos con el fin de convertir nuestras acciones en actos en sí. No obstante, para Aristóteles la «ενέργεια» no puede ser solamente un realizar actividades sin tener un «τέλος», es decir, que solamente levantarse a trabajar o estudiar sin tener una finalidad, en otras palabras, caer en un nihilismo irracional, no puede estar ligado a la «ενέργεια». De allí que el griego considere que un esclavo no puede ser feliz y que solo puede participar de los placeres corporales, puesto que su «ενέργεια» es vana al no tener «τέλος» y ser “utilizado” con fines instrumentales, reduciéndose a mero trabajo sin posibilidad de política o contemplación. La vida desde este punto de vista termina siendo «ενέργεια» y «τέλος», y este último referido a la consecución de la felicidad. En nuestra contemporaneidad, la rapidez con la que se actúa provoca gastar aquella capacidad de acción, esa «ενέργεια», en encontrar placeres efímeros y actuar según las emociones[2]. Esta forma de actuar ya ha sido estudiado por varios autores contemporáneos que ven cómo en la sociedad de consumo la «ενέργεια» no precisa de un «τέλος», sino que se trata de calmar el deseo como tal, por lo que la impulsividad y la radicalización del uso de las emociones se vuelve un imperativo subconsciente, o en otras palabras, la sociedad de consumo produce adultos infantilizados[3]. Al desaparecer el «τέλος» de la ecuación «ενέργεια»+«τέλος» igual felicidad, cualquier capacidad de acción es vana, es decir, que el ser humano contemporáneo no visibiliza la felicidad porque el consumismo sistemático maximiza el valor de la «ενέργεια» vana y que obliga al ser humano a actuar sin reflexividad. La vida sin «τέλος» se convierte en actividad pura que solamente busca satisfacer deseos mediante placeres efímeros. En definitiva, la vida es descrita por Aristóteles como la actividad virtuosa que busca la felicidad. No es suficiente un actuar irracional y desmedido lleno de placeres, pues el desgaste de energía vital en este accionar no entrega felicidad sino la satisfacción momentánea de los deseos a través de placeres, lo que a la larga produciría un comenzar interminable de la búsqueda de la felicidad al estilo del mito de Sísifo. Aristóteles comprendía que la vida puede traer vicisitudes, pobreza, problemas y demás obstáculos, pero el actuar virtuoso, la experiencia y la contemplación podrían terminar entregándonos el bien supremo o felicidad. Parecería ser que la contemporaneidad y el consumo ha creado una sociedad donde la felicidad es un bien imposible de alcanzar, donde uno tiene dos actitudes: busca la felicidad en placebos (Autosuperación, actitud positiva, meditación, etc.) o niega su existencia plena prefiriendo entregarse a satisfacer deseos mediante placeres efímeros. La fórmula Aristotélica es más simple: «ενέργεια» (capacidad de acción)+«τέλος» (finalidad) igual felicidad. [1] Aristóteles. Ética a Nicómaco. Madrid: Clásicos Políticos, 1999. [2] Han, Byung-Chul. Psicopolítica. Madrid: Herder, 2014. [3] Infante, Eduardo. «"Filosofar es examinar la vida, cuestionarla, interrogarla, precisamente para poderla vivir humana y cabalmente".» Sitio Web BBC. 25 de 01 de 2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-55664858.
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